martes, abril 12, 2016

    Redefiniendo la intimidad en Internet

    Este post ha aparecido previamente en Ssociólogos, un blog dedicado al fomento de la sociología, el análisis y el pensamiento crítico, en el que colaboro de manera irregular.


    Con la popularización de la web y de las redes sociales virtuales, el debate en torno al derecho a la privacidad y a la intimidad cobra más importancia, debido a la exposición continua de los datos de sus usuarios y el uso empresarial que se hace de ellos. A pesar de que este debate es necesario e importante, conviene comprender también el contexto en el que nace y observar si continúa siendo válido.
    Foto extraída de la cuenta de Nicolas Venturelli en Flickr
    Es quizás una de las polémicas más enconadas que ha producido la popularización de servicios y aplicaciones que nacieron al abrigo del fenómeno conocido como “Web 2.0”. Nuestras relaciones sociales antes de Twitter, Facebook, y demás, distan mucho del grado de mediatización tecnológica que ostentan ahora.
    El aspecto más polémico y el que más preocupa a los legisladores, es el referido al uso que hacen las empresas, de los datos que facilitan los usuarios al registrarse en la pléyade de plataformas existentes en la actualidad. Es importante que exista este debate ya que al fin y al cabo, lo que está en juego son los datos de los ciudadanos y usuarios. Pero también es verdad, que la mayoría de las empresas que basan su modelo de negocio en internet (y en la web especialmente), deben saber gestionar adecuadamente sus bases de datos, con el fin de proveer de servicios y/o desarrollar productos exitosos, basándose en el “feedback” proporcionado por sus usuarios.
    Este es uno de los principios que acertadamente Tim O´Reilly expuso en su famoso artículo, para explicar qué tipo de empresas son las que pertenecían a la “Web 2.0” y qué características las diferenciaban de la primera ola de empresas que basaban sus modelos de negocio en la web.
    Siguiendo este patrón y esta ventaja competitiva, empresas como Amazon, han sabido construir una experiencia de usuario, en la cual la plataforma sugiere productos que satisfagan las preferencias del usuario, teniendo en cuenta su historial de compra, sus gustos, etc. Esta es una de las claves por las cuales la compañía se ha mostrado muy superior a la competencia; La gestión de los datos de sus usuarios.
    Otra de las empresas que han sabido sacarle “chispas” a esto, ha sido Google. La empresa que revolucionó Internet y solucionó el problema de las búsquedas, quizás esté acometiendo el mayor estudio de mercado de toda la historia de la humanidad.
    Google mejora indefinidamente sus productos, adecuándose a las demandas y necesidades de sus usuarios y manteniendo su hegemonía incontestable en lo que se refiere a la publicidad digital, a través del estudio ininterrumpido de sus usuarios. Por ello, quizás no somos conscientes, pero estamos inmersos en una transición hacia un tipo de empresas, en las que son los usuarios y no sus trabajadores, los que fabricarán productos.
    Pero volviendo al título del post, conviene también entender cuál ha sido el contexto en el que surge el debate sobre la privacidad en Internet, para entender si continúa vigente.
    El argumento que quiero exponer aquí, no es otro que la influencia que ejercen este tipo de plataformas en nuestras costumbres y relaciones sociales. Uno de los temas que más llaman la atención, es la facilidad con la que en un tiempo récord, hemos interiorizado el hecho de compartir fotos en la red con nuestros “amigos virtuales”.
    Anteriormente a estas plataformas digitales, el hecho de mostrar fotos de las vacaciones, eventos y ceremonias varias, se realizaba en un plano físico (no virtual), en un contexto íntimo (normalmente no se hacía en un lugar público) y en el cual invitábamos a personas con las que manteníamos una relación estrecha (amigos y/o familiares).
    Todo eso ha cambiado. Hoy en día, es bastante común que usuarios de una red social virtual determinada suban a la aplicación las fotos de un viaje, evento o ceremonia determinada, con el fin de compartir esos elementos con su círculo de conexiones.
    Pues bien, esta situación ilustra perfectamente lo que Sherry Turkle define en su último libro de forma lapidaria: “Tradicionalmente; el desarrollo de la intimidad requería de privacidad. La intimidad sin privacidad, reinventa lo que la intimidad significa”
    Y es aquí a donde quería llegar. Al cambio en la percepción de la intimidad que están produciendo estas tecnologías.
    Esta situación es especialmente acuciante entre los adolescentes y menores (que constituyen algunos de los grupos sociales más influenciados por los efectos de estas tecnologías), ya que sus procesos de desarrollo hacia la etapa adulta entroncan directamente, con las posibilidades que les brindan estas tecnologías para su socialización.
    Pero los adolescentes no son los únicos que sufren la influencia estos efectos, ya que la globalización, el fomento de la individualización, la inmigración y otros muchas casuísticas han conspirado para abonar el terreno a este tipo de plataformas. Los números de Facebook, Twitter, Google Plus, Myspace y demás servicios siguen creciendo y no parece que haya señales de que esto vaya a cambiar.
    Al mismo tiempo que sus cifras crecen, es curioso ver también estudios en los que se muestra la dificultad que se experimenta en estas plataformas, para gestionar adecuadamente la privacidad.

    Constatar el cambio en la percepción de la intimidad, es uno de los síntomas de que la sociedad está evolucionando, pero también de que el cambio tecnológico se está sintiendo en la sociedad. Parafraseando a  Brian W. Arthur“la tecnología soluciona problemas sociales, pero en muchas ocasiones y al mismo tiempo, también crea nuevos problemas".

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    "Comprar libros estaría genial, si además pudieras comprar el tiempo que necesitas para leerlos... Pero como regla general, la compra de libros se confunde a menudo con la simple adquisición de sus contenidos" Arthur Schopenhauer. ---Es una gran verdad, encerrada en muy pocas palabras y que nos dice más de lo que podemos observar. Para mí, la cultura es lo único que nos hace más humanos y previene a los que somos más humanos, de dejarnos engullir por los inhumanos que creen que el dinero lo puede comprar todo en la vida.---