En el actual escenario de crisis económica y transformación de multitud de sectores e industrias, el abandono de una economía basada en la utilización de combustibles fósiles, por una que priorice el uso de energías renovables, supone en toda regla un cambio de paradigma. La caída del precio del crudo y otros factores geopolíticos acaecidos durante el año 2015, nos llevan a pensar que este año ha supuesto verdaderamente un punto de inflexión en esta transición.
Desde que se desató la crisis económica allá por el 2008, debido a las hipotecas subprime en EEUU y su posterior contagio a Europa y otros continentes, se suele hablar con asiduidad de la necesidad de un cambio en el modelo productivo, que nos aleje de modelos económicos especuladores que amenazan la sostenibilidad y viabilidad del planeta. Estos deseos y anhelos son continuamente impulsados por la administración norteamericana y por la Comisión Europea (principalmente, aunque no exclusivamente) a través de varios programas de investigación y desarrollo que tratan de concienciar, financiar y espolear la adopción de tecnologías y fuentes de energía innovadoras, limpias y sostenibles.
Una mayoría de la ciudadanía suele mantener una posición escéptica respecto a este cambio en el modelo productivo, ya que no observa hechos tangibles que confirmen estas transformaciones. Si a eso se suman escándalos como el que ha protagonizado alguna multinacional automovilística en los últimos meses y el problema cada vez más acuciante de la contaminación, la percepción pública de la situación parece más que justificada. Pero 2015 ha dejado algunos datos cuando menos más que curiosos, y que nos hace sentirnos optimistas de cara al cambio de paradigma necesario para la viabilidad de nuestras sociedades en el planeta Tierra.
Por un lado, los consumos de combustibles fósiles han experimentado una caída significativa tanto en petróleo, como en gas y carbón. Especialmente revelador es el caso del primero, el cual ha registrado caídas récord y lleva camino de seguir hundiéndose, hasta alcanzar una cifra sorprendente de 20 dólares. Este hundimiento de los precios de los combustibles fósiles también lleva aparejado consigo una caída de precios en las materias primas dominantes de la economía del petróleo, tales como el hierro, el carbón o [Enlace retirado]. Esta caída en el precio del oro negro acarrea un descenso en el precio de varios productos, sobre los que pivotan la actividad de grandes multinacionales como Procter & Gamble, Johnson & Johnson o Unilever, entre otros. Y estas grandes compañías también tienen accionistas, que depositan la confianza en forma de inversiones, para capitalizar esas empresas y confiar implícitamente en el futuro y viabilidad de esas organizaciones a largo plazo.
Lista de las principales empresas cotizadas a finales de 2015 – Fuente: El País
Pues bien, este 2015 también puede que pase a la historia como el año en el que las viejas empresas de la economía del petróleo, dejen paso a otro tipo de empresas basadas en fuentes de energía renovables y que sobre todo, basan sus modelos de negocio en plataformas tecnológicas de servicios, más que en la comercialización de bienes de consumo. Al frente de esta lista de las empresas más cotizadas del mundo se sitúan Apple, Google y Microsoft, pero es que entre las 10 primeras, también aparecen nombres como Amazon o sorprendentemente Facebook. Una empresa que no comercializa ningún tipo de producto tangible, pero que ha sabido transformar un servicio comunicativo basado en el “efecto red”, en todo un medio de masas que multitud de compañías utilizan para promocionar y comercializar sus servicios y productos. Nombres que no disponen de una longeva historia empresarial, pero que han sido capaces de generar un gran valor percibido por los diferentes inversores, en un periodo de tiempo realmente corto. Algo que parece un requisito sine qua non para todas las empresas que quieren operar en la denominada como economía digital y que se caracterizan primordialmente por suministrar un determinado tipo de servicios(aunque algunas vendan también dispositivos de un elevado precio), más que en una oferta de productos tangibles concretos.
Pero sus diferencias respecto a las “viejas compañías” vienen también dadas por el gasto intensivo en I+D+i que realizan, lo que hace que gestionen una gran partida presupuestaria en este apartado y que fuercen a otras compañías asentadas, a aumentar sus inversiones en este sentido para no quedarse atrás. Y también últimamente, por el uso de fuentes de energía renovable a la hora de alimentar sus infraestructuras y en especial sus “data centers”. Estos centros de datos, son en realidad polígonos de grandes dimensiones que están repletos de servidores, cables y discos duros que alojan buena parte de nuestras identidades, preferencias e interacciones que realizamos en el espacio digital. Es decir, el combustible de esta nueva economía digital y que toma la forma de “datos”. Una ventaja competitiva que está empezando también a provocar turbulencias en un sector tan poderoso y tradicional como la banca.
Imagen de un centro de datos de Google situado en Hamina (Finlandia) – Fuente: Google
Este uso intensivo y apuesta incondicional por las energías renovables es quizás una de los aspectos clave a la hora de explicar cómo estas compañías están desplazando a las más asentadas en estos índices de cotización. Por supuesto, la productividad y eficiencia de este tipo de compañías que operan en la economía digital, son quizás el primer motivo de valoración, ya que los recursos que necesitan y los profesionales que emplean distan mucho de las necesidades de otros sectores. Pero el cambio de paradigma en la utilización de los recursos energéticos de la empresa y su gestión eficiente, parece evidente. Estas nuevas compañías apuestan por las energías limpias porque entienden que no pueden basar sus infraestructuras en tecnologías tan poco eficientes y sostenibles como los combustibles fósiles, y porque su negocio (el de la tecnología), tiene poco o nada que ver con las fuentes de energía que han espoleado el desarrollo de economías basadas en los combustibles fósiles.
Por ello es necesario poner de relevancia, que en el nuevo tipo de sociedad que nos adentramos, la posesión de determinados recursos naturales, no es un factor que vaya a tener tanta importancia económica como en otras épocas. El desplome del precio de las materias primas es un ejemplo de esto, pero quizás es más importante resaltar el desarrollo de materiales como el grafeno. Un material más resistente que el diamante, 200 veces más fuerte que el acero y 5 veces más ligero que el aluminio. El grafeno se obtiene a partir del grafito (abundante en la naturaleza), pero es un material que “se fabrica” en el laboratorio, a través de la utilización de nanotecnologías (por ello todavía no se produce a escala industrial). Este y otros nuevos nanomateriales prometen muchas aplicaciones y oportunidades, pero también postulan un nuevo orden geopolítico en el cual, los recursos naturales puede que sean sustituidos por el conocimiento, la tecnología y la innovación. Algo que muchos países asiáticos ya comenzaron a entender hace años, gestionando más eficientemente sus recursos naturales y apostando por la I+D+i.
En un mundo en el que parece que el futuro del trabajo, va a estar ligado de forma irremediable a las tecnologías que adivinan una especie de “Cuarta Revolución Industrial”, adaptar nuestros sistemas educativos para afrontar este reto es clave. Más incluso, si tenemos en cuenta la actual pérdida de talento, vía expatriación de titulados universitarios. Pero también debemos reformar nuestros marcos legales y políticos, potenciando y favoreciendo esa transición por parte de las empresas, a modelos energéticos más limpios y sostenibles, ya que ellas por sí solas no serán capaces. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de las empresas de nuestro tejido industrial son pymes (en torno al 99%) y ello implica una mayor debilidad ante los cambios disruptivos y una mayor dependencia de los marcos de apoyo gubernamentales.
En este paradigma que se empieza a entrever, los países que apuesten por el conocimiento, la tecnología y la innovación, puede que estén en la primera línea de salida. Y también puede que por primera vez en la historia, no dependan en gran medida de la extracción de recursos naturales. Por eso, países que tengan acceso a horas de luz, mareas, vientos y demás recursos, no pueden perder más tiempo en el aprovechamiento de estas fuentes de energía abundantes.
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