Este post ha aparecido previamente en Innpulsos, un blog que realizo en colaboración con compañeros de la División de Estrategias de Innovación de Tecnalia.
La semana pasada me encontré con un gran post de mi compi Eva en TECNALIA, sobre
la necesidad de volver a poner el énfasis en la reindustrialización,
pero ligándola a la creación y al fortalecimiento de las actividades de
I+D+i. Las tesis de Eva en este post parten de 3 premisas
bastantes claras que cualquier persona con conocimientos de políticas
económicas y de I+D+i, no pondría en duda.
- Los países con mayor nivel de desarrollo son precisamente aquellos que tienen una base industrial más sólida.
- Sin una base industrial fuerte muchos servicios no van a poder sobrevivir (servicios financieros y comerciales, servicios de transporte, servicios de consultoría, de ingeniería, de diseño…)
- El nuevo concepto de empresas industriales manufactureras empoderan a las PYMEs y pequeños emprendedores que pueden ofrecer valor añadido para abaratar el lanzamiento de nuevos productos (impresoras 3D, tecnologías de digitalización de manufacturas…).
The Third Industrial Revolution
“There’ no manufacturing business like the car business. If that can be transformed, anything can. “
El último libro del famoso editor de Wired, precisamente apunta en esa dirección y en la tercera premisa, de que la democratización de los servicios de producción (Von Hippel explica esto en detalle) y el open hardware (entre otros fenómenos) están
conllevando una bajada en las barreras de entrada que está siendo
aprovechada por individuos y organizaciones más flexibles y pequeñas. Esto es una consecuencia directa de la descentralización que produce Internet, la Web y la Economía de la Larga Cola
(otro libro del señor Anderson, que es de cabecera para estos temas).
Está claro que las primeras industrias que sufrieron esto, fueron las
relacionadas con la información, por motivos obvios, pero el fenómeno no
para y sólo acaba de empezar.
Pero es que aparte de esto, también hay una megatendencia que se
llama “Internet of Things” y que tiene mucho que ver con la
“smartización” (si me perdonáis la expresión) de objetos (y de sectores)
que no es otra cosa que dotar de conexión a Internet y de utilizar la
inteligencia colectiva que brinda la red de redes.Por ello, hace poco en el Blog Salmón se preguntaban por los posibles efectos económicos del coche autónomo y cómo puede transformar industrias enteras (sólo hay que pensar en taxis, buses y chóferes personales). Pero estas transformaciones no sólo van a tener efectos económicos, sino sociales, legales, sociológicos, antropológicos, etc. Pensemos sino en, ¿qué tarifas ofertarán las compañías de seguros a nuestros coches autónomos? ¿Si no hay conductor podremos volver a casa superando la tasa de alcohol permitida? ¿Será necesario tener carnet de conducir para comprar un coche? ¿Realmente el vehículo será el transporte que nos siga dando la autonomía que queremos? ¿Tendrá sentido tener un coche en propiedad?
Estas y otras cuestiones van a repetirse para muy diferentes sectores a medida que la digitalización vaya penetrando en la sociedad y las tres fuerzas de la economía de la larga cola (democratización de la producción, democratización de la distribucción y conexión de la oferta con demanda) vayan presionando los sectores económicos tradicionales y abriendo las puertas a nuevos “players” que se aprovechan de esta bajada de las barreras de entrada.
Esto explicado en palabras de Genís Roca se resume en una frase lapidaria, que no es otra que “El hecho digital, lo cambia todo”.
Pero como bien sabéis, las dos revoluciones industriales anteriores se basaron en nuevas fuentes de energía para hacerlas posibles, como el vapor y los combustibles fósiles (además del descubrimiento y explotación de nuevos minerales y el nacimiento de la industria química). Personalmente, creo que este punto es el quid de la cuestión en todo esto, ya que la cantidad de electricidad que va a demandar la nueva industria y los dispostivos conectados a Internet, puede superar cualquier previsión imaginable. De hecho, Jeremy Rifkin apunta algunos de los puntos claves de esta nueva economía verde, pero también hay que fijarse en nuevas formas de obtener energía de manera sostenible y en seguir invirtiendo en la anhelada Fusión, ya que parece que no es tan lejana como parecía hace tiempo. El reactor experimental ITER avanza con buen ritmo (TECNALIA participa en este proyecto científico-tecnológico sin igual) y se cree que en 2017 empezará a haber algún resultado prometedor, que sin duda puede ser el punto desencadenante de un nuevo paradigma.
¿Y vosotros qué pensáis? ¿Creeis que estamos ante un cambio histórico de verdad? ¿Pensáis que las industrias del “manufacturing” van a ser transformadas?
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