Este
post ha aparecido previamente en el Blog de TECNALIA, un espacio en el
que escribo irregularmente, junto a otros compañeros del centro de
investigación tecnológica.
En un mundo cada vez más dominado por tecnologías opacas y
propietarias, que además nos cuantifican, jerarquizan y menguan nuestra
autonomía en la sociedad, el movimiento maker se ha revelado como una
vía para que la ciudadanía sea empoderada socialmente a través de la
tecnología, y pueda crear trayectorias alternativas a los itinerarios
clásicos de las políticas de I+D+i.
¿Cómo se puede hacer I+D sin estar adscrito a algún centro de
referencia? ¿Sin tener acceso a infraestructuras de primer nivel? o ¿sin
haber realizado una formación de tercer grado intensiva y extensiva?
Para quien todavía desconozca en qué consiste el movimiento maker
tenemos que aclarar que hay diversas redes de Fab Labs, Makerspaces, y
demás laboratorios urbanos que se han propagado durante los últimos
años. Disponen de herramientas más que suficientes para familiarizarse
con la fabricación digital, la Internet de las Cosas, la ciberseguridad, la biotecnología y un largo etcétera.
Estos espacios están poblados por personas con interés por desarrollar innovaciones que se basan en tecnologías libres y que atacan problemas sociales
que no suelen estar en la agenda política. Estos “makers” no son frikis
(bueno, quizás un poco sí), sino que son individuos con un alto nivel
educativo, con ganas de compartir sus conocimientos y su tiempo libre
con otras personas para desarrollar proyectos en colaboración que
contribuyan al bien común.
La iniciativa OPENMAKER trata de unir la fabricación tradicional con el movimiento maker para desarrollar un ecosistema de innovación colectiva a través de la fabricación abierta y así generar una fabricación digital más sostenible y orientada a las necesidades de la ciudadanía.
De 135 propuestas recibidas a nivel europeo en esta iniciativa se
seleccionaron 40 finalistas, y posteriormente 20 ganadores. Entre los
proyectos recibidos podemos encontrar diferentes sectores y tecnologías,
ya que abarcan temas muy dispares dónde las tecnologías de código libre
pueden generar un gran beneficio social: una impresora 3D de metal de
bajo coste hasta un kit de acuaponía
para oficinas, pasando por un sistema de prevención de caídas para
personas mayores o una impresora 3D de arcilla. A pesar de lo dispares
que pueden ser las ideas, resulta muy curioso comprobar cómo todas
tienen algo en común; detrás hay muchísimas horas de I+D.
Demuestran que hay otra manera de hacer las cosas. Sin duda acercan la ciencia y la tecnología a la ciudadanía,
lo cual hoy en día empieza a ser un requisito para las ciudades, ante
la progresiva mediatización tecnológica que están sufriendo muchas de
ellas.
La proliferación incontrolada de enfoques tecno-centristas y
privatistas en las “Smart Cities” es uno de los casos más sangrantes:
durante los últimos años nos ha llevado a situaciones surrealistas como
el caso de Utrecht, en
el cual el ayuntamiento no es capaz de acceder a los datos que empresas
privadas recolectan sobre sus propios ciudadanos relacionados con
patrones de movilidad, afluencia, seguridad, etc.
Y es que las ciudades empiezan a tener una responsabilidad cada vez
más grande a la hora de acercar y empoderar a sus ciudadanos en las
posibilidades que brinda la tecnología para facilitar los trámites con
la administración, adquirir capacidades que mejoren su empleabilidad o
simplemente para trabajar en la convivencia en los nodos urbanos y
contribuir al capital social de las mismas. El empoderamiento de la ciudadanía a través de la tecnología no solo es una cuestión cultural, sino también democrática. Al mismo tiempo es un requisito de cara a favorecer la transición hacia una economía digital.
En una sociedad postindustrial las infraestructuras físicas
siguen siendo necesarias, pero también hay que invertir en la generación
de infraestructuras de conocimiento, las cuales posibilitan
que haya un capital humano que se pueda beneficiar de la producción de
esos intangibles que pueden ser puestos en valor por empresas,
administraciones, emprendedores o ciudadanos. Por ello, experiencias
pioneras como la Xarxa d’Ateneus de Fabricació que promueve el consistorio de la ciudad condal, o la Red Ikaslab
que surgió de la mano de FP Don Bosco y que apoya TKNIKA, deberían ser
más comunes, y no tan excepcionales en el panorama nacional.
Tenemos un buen número de espacios maker repartidos por la geografía.
Es sorprendente observar cómo deben luchar asiduamente por su
supervivencia dentro de las ciudades. Muchas administraciones los siguen
viendo como algo solamente cultural. No comprenden que también pueden
ser centros que propicien un cambio profundo en la sociedad a través de
la apropiación social de la tecnología.
Por el contrario, en China lo tienen muy claro. No solo han desarrollado una estrategia de “Mass Making” para desarrollar una vasta red de Makerspaces por todo el país (como pudimos comprobar con nuestros propios ojos el año pasado),
con el objetivo de fomentar el emprendimiento tecnológico en la
ciudadanía (los makers se consideran emprendedores en China y tienen
otras connotaciones), aprovechando el potencial de las tecnologías
libres (lo de la propiedad intelectual allí da para otro post), sino que
también están haciendo grandes esfuerzos para familiarizar a la
población con tecnologías clave en los próximos años como la fabricación aditiva o la inteligencia artificial.
En el pasado, los estados solían invertir en I+D para crear ventajas
competitivas. En una sociedad post-industrial esto no es suficiente cómo
han demostrado investigadores como el Premio Nobel de Economía Edmund
Phelps: cuanta
más población se pueda beneficiar del uso y conocimiento de las últimas
tecnologías, más potencial para innovar y generar crecimiento económico
tendrá esa sociedad.
Esta es una de las grandes contribuciones del movimiento maker:
acercar a la ciudadanía tecnologías que han sido despreciadas por la
industria y abrir la I+D a la sociedad a través de espacios donde los
ciudadanos pueden aprender, equivocarse, experimentar, discutir y
colaborar en el desarrollo de proyectos diversos.
Deberíamos preguntarnos si no es momento de democratizar la I+D y apostar porque este tipo de espacios no solamente estén poblados por makers, sino
que también centros tecnológicos, universidades, empresas y otro tipo
de actores a los que se les suele asociar con modelos más clásicos de
innovación puedan contribuir a empoderar a la sociedad a través de la
tecnología.
lunes, diciembre 03, 2018
Y si democratizásemos la I+D…
Etiquetas:
ciencia ciudadana.,
digital,
innovación,
makers,
openmaker,
tecnalia
No hay comentarios:
Publicar un comentario