Tal y como os comentaba en el anterior post sobre Finlandia, Tamara y un servidor hemos podido viajar en fechas recientes a Noruega, para conocer algunos de los tesoros naturales que conserva este país norteño y descubrir algunas sitios muy recomendables.
Via Nautalia, conseguimos una ofertilla de última hora para enrolarnos en un crucero que iba a llevarnos por los magníficos fiordos noruegos, algunos de los cuales son patrimonio de la humanidad. A priori, un crucero no era el tipo de viaje que más me atraía, pero tengo que reconocer que es una cosa a realizar al menos una vez en la vida. Sobre todo para conocer este tipo de destinos, en los que a la vez que viajas a tu próximo destino, puedes subir a la cubierta del barco y maravillarte con el paisaje noruego. Aparte, el tema del "todo incluido a bordo" es una ventaja en un país tan caro como éste, donde un bocadillo y un refresco puede costar tranquilamente veinte eurazos.
Nuestro itinerario comprendía los siguientes destinos: Trondheim, Alesund, Hellesylt, Geiranger, Flam, Bergen, Stavanger y Malmo (Suecia).
El primer día aterrizamos en Trondheim, con muchas ganas y con mucha paciencia, ya que tuvimos que esperar varias colas tanto a la hora de coger el vuelo, como en el traslado hacia el puerto, desde el aeropuerto y en el check-in del barco. Más o menos hacia la media tarde pudimos instalarnos y salir a conocer la capital tecnológica Noruega (que es como se la conoce también a Trondheim), aunque no tuvimos tiempo más que para ver su iglesia, el cementerio, una plaza bastante amplia y algunas calles típicas. A última hora de la tarde zarpaba el barco para Alesund y no pudimos gastar más de que 2-3 horas.
Una vez superados los agobios y atolondramientos propios del primer día (un barco de estos lleva unas 2.500 pasajeros y 700 personas de tripulación), llegamos a primera hora a Alesund. Una pequeña ciudad realmente encantadora y de la cual se pueden hacer unas fantásticas panorámicas desde el monte Aksla. Tras subir 418 escalones, desde un parque se llega a este mirador, donde la vista es casi de cuento.
Alesund es una ciudad muy pintoresca, por que tuvo que ser reconstruida por completo tras el incendio que arrasó la ciudad en 1904. El estilo en que se construyeron todos los edificios es el "Art Noveau" y ello le da una personalidad bastante reconocible. También hay una estatua de Rollon, un líder vikingo que ha tenido bastante peso histórico y también en vida (medía más de 2 metros y pesaba más de 140 kg).
También es un sitio famoso por estar cerca de montañas propicias para hacer trekking y BTT. De hecho, también está cerca de la Carretera de los Trolls (Trollstigen), con unas curvas que marean sólo de verlas. Esta carretera está hecha en un fiordo seco y es uno de esos puntos míticos para los amantes de la conducción.
Nuestro tercer día de viaje comenzaba pronto (7 am), para visitar Hellesylt. Un pequeño pueblecito dentro de un fiordo, en el cual desemboca una cascada de grandes dimensiones y en el cual algun@s aprovecharon para pillar un bus que les llevaba a ver un glaciar. Resulta curioso, pero algunas personas que conocimos en el crucero se habían conocido previamente al viaje y habían organizado y contratado algunas excursiones como éstas. Lo habían movido todo desde España y ya lo tenían todo arreglado. El precio de estas excursiones, organizadas por el barco costaban unos 150€ y estaba claro que no era para todos los bolsillos. Si lo hubiéramos sabido...
De todos modos, el barco continuaba a las 9 de la mañana hasta Geiranger, recorriendo el Geirangerfjord, un fiordo que es patrimonio de la humanidad y cuando te encuentras allí, entiendes el porqué.
Normalmente cuando se piensa en Noruega, se piensa en montañas, vegetación y agua, y eso es exactamente lo que se observa, pero a lo bestia.
No sabía muy bien que era exactamente un fiordo, pero creo que tras estar allí, la mejor definición es "una entrada del mar en la tierra, en la que se da la combinación del agua semi-salada, con montañas de mil metros". El paisaje es cautivador y atrapa ver multitud de cascadas y caídas de agua por doquier, a la vez que navegas en el barco. Es toda una experiencia más que recomendable.
En Geiranger, lo mejor que se puede hacer es subir, subir todo lo que se pueda, por la carretera o por las rutas de trekking señalizadas (nosotros hicimos lo segundo), ya que hay un montón de miradores del fiordo, donde te quedas prendado del paisaje. La vista bien merece la pena el esfuerzo.
También hay una granja (con bastantes bicho raros-típicos) y un centro de interpretación, además de otras actividades más tranquilotas.
De vuelta al barco a media tarde, continuábamos la navegación por otro fiordo, rumbo a Flam. Nuestra siguiente parada del viaje. Las vistas desde el barco atrapaban y sobre todo, las puestas de sol, que parecían interminables, en estas latitudes.
La llegada a Flam fue agridulce. Si bien nos encontramos con un pueblecito más que bonito, también tuvimos la desagradable sorpresa de que no teníamos tickets para coger el archiconocido tren de Flam y que hace un recorrido de unos veinte km por un paisaje soñado (esta es una de las desventajas de viajar con otras dos mil y pico personas, y encima con otro barco haciendo la misma ruta). La idea principal era recorrer en el tren los 21 km y casi mil metros de desnivel, para luego bajarlos en bici. Pero como nos quedamos sin tren tuvimos que hacer tanto la ida como la vuelta en bici.
El perfil era duro, sobre todo la última parte, pero lo hicimos casi entero. Tamara aguantó como una campeona los treinta y pico kms que hicimos (y sobre todo el desnivel, ya que había bastante zig-zag) y aunque no pudimos coronar, el día fue espectacular. Pudimos ver cascadas de agua de gran volumen, ríos de agua cristalina, casitas de madera típicas y árboles, muchos árboles. El trayecto en bicicleta es una de las actividades que más recomiendan las guías de viajes (aunque sólo la bajada) y en cuanto se hace, rápidamente se sabe el porqué.
(Continuará)
Más fotos en mi cuenta de Flickr http://www.flickr.com/photos/20409326@N04/
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