Este post ha aparecido previamente en Innpulsos, un blog que realizo en colaboración con compañeros de la División de Estrategias de Innovación de Tecnalia.
Señor Gates: aquí tiene una copia de un mail que usted ha enviado. En el encabezamiento usted inscribe la mención “importancia alta”. ¿Reconoce haber señalado esto?
Señor Gates: aquí tiene una copia de un mail que usted ha enviado. En el encabezamiento usted inscribe la mención “importancia alta”. ¿Reconoce haber señalado esto?
- No.
- ¿No?.
- No, yo no lo he señalado.
- Entonces, ¿quién lo ha hecho?.
- Un ordenador.
“El 19 de octubre de 1998, América descubre estupefacta, por medio de las pantallas de vídeo, el verdadero rostro del hombre más rico del mundo, el ídolo de los medios, el que simboliza a sus ojos la revolución de la nueva economía que está naciendo desde hace varios años: un hombre abatido, falso, que suda arrogancia, que niega las evidencias más flagrantes hasta aparecer como idiota, acusado de la manera más convincente por los representantes del Ministerio de Justicia americano de una doble infracción de la ley anti-trust, de prácticas anticompetitivas y de otras villanías.”
(Extracto extraido del libro: “Los Dueños de la Red: Una historia política de Internet“, de Pierre Mounier)
Dicen que la historia se repite, pero también dicen que lo que ocurre realmente es que sus lecciones no se aprenden. Hace unos días, con la keynote de Apple presentando su nuevo teléfono, tuve sensaciones parecidas a las que tuve hace ya unos cuantos años, con la salida al mercado de aquel producto destinado a revolucionar los sistemas operativos de los PC´s llamado Windows 95 (salvando las distancias y poniendo las cosas en contexto, claro está).